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Joás, el niño que creció a puerta cerrada

Escrito por: Tesoros Escondidos

Es difícil mantener a los niños en un solo lugar por mucho tiempo. Se aburren pronto y se ponen más inquietos de lo que nos gusta. Mantener a los niños dentro de las casas ha sido uno de los retos más grandes que los padres han tenido este 2020. Lograr que los niños sigan una rutina saludable y continúen sus estudios y otras actividades familiares, mientras que los adultos trabajan dentro o fuera del hogar, ¡es un reto de titanes! Pero, no hay otra alternativa. Se está logrando, aunque no siempre de la manera armoniosa que quisiéramos.

Hace unos días escuché a una misionera que preguntaba: ¿qué dirán los niños de ahora dentro de 10 o 15 años cuando les pregunten acerca de lo que recuerdan de esta pandemia? ¿Será que responderán, “me acuerdo de los pleitos terribles, del aburrimiento en casa, de las lecciones por zoom”? O, por el contrario, “recuerdo los ratos que pasamos en familia, jugando y estudiando juntos, aprendiendo a leer la Biblia y a orar”. Eso suena idílico, ¿no es cierto? Pero ¿será posible?

Hay un relato bíblico que estaremos explorando con los chicos este mes de setiembre en nuestras lecciones de Tesoros desde Casa. Es la asombrosa historia de uno de los reyes más jóvenes de Judá: El rey Joás, coronado a los 7 años. Fue uno de los pocos reyes que hizo lo que agrada al Señor. Sin embargo, su historia fue así debido al aislamiento que tuvo que vivir. Leemos en 2 Reyes 11: 3 “Seis años estuvo Joás escondido con su nodriza en el templo del Señor…”

La historia del niño Joás es impresionante: hijo de un rey malvado, cuya madre Atalía era aún más mala, al punto que, cuando murió su hijo, ella mandó a matar a todos sus nietos herederos al trono para apoderarse de la corona. Una tía fue quien logró esconder al pequeño Joás, quien luego fue encerrado en el templo por seis años, mientras su malvada abuela usurpaba el trono. Toda su infancia temprana la pasó a puerta cerrada entre adultos. A pesar de que el templo era un lugar espacioso, no puedo imaginarme mantener a mis hijos por 6 años dentro de las mismas paredes.

¿Cuál fue la diferencia, entonces, para que Joás, pudiera “hacer lo que agrada al Señor durante toda su vida”? (2 Reyes 12: 2) Ya hemos visto que su herencia familiar era de maldad absoluta. El relato bíblico no especifica lo que hacía el pequeño Joás dentro del templo durante esos seis años de enclaustro. Sin embargo, podemos imaginar que el niño creció rodeado de personas que estaban dedicadas a la adoración en todas sus formas. Joás aprendió a caminar, a hablar y a desarrollar todas sus habilidades entre los sacerdotes que presentaban las ofrendas y los sacrificios diariamente; los escucharía recitar el libro de la ley y cantar Salmos. Puedo imaginar la curiosidad que sentiría ante todos los estímulos que recibían sus sentidos: lo que escuchaba, veía, olía, tocaba. Todo en ese lugar estaba dedicado al Señor. Pero no solamente los objetos y las actividades impactarían su vida. Es evidente que el sacerdote Joyadá tomó un interés especial en el niño, porque sabía que era el legítimo heredero a la corona. O sea, Joyadá no vio a aquel pequeño correteando en el templo como una víctima a quien salvar, o como una molesta presencia inquieta que curioseaba en los pasillos de la casa de Dios. Joyadá -y probablemente los otros sacerdotes- lo vieron como lo que era: un rey. Lo que ellos invirtieran en el pequeño era relevante para el futuro del reino. 

Cuando Joás cumplió siete años Joyadá lo presentó ante el pueblo, la malvada reina Atalía fue eliminada y el pequeño fue coronado rey. ¡Con siete años! Pero no estuvo solo. El secreto de su éxito como rey lo dice la segunda parte del pasaje: “Joás hizo durante toda su vida lo que agrada al Señor, pues siguió las enseñanzas del sacerdote Joyadá”. Tanto invirtió este sacerdote en Joás, que todo el reino se benefició. 

Esta no era la primera vez que un niño vivía en la casa de Dios. El profeta Samuel también lo había hecho, y de pequeño, había aprendido a escuchar la voz de Dios (1 Samuel 1 al 3) En ambas historias hubo adultos invirtiendo en el corazón de los niños. En ambas historias se cometieron errores y hubo consecuencias; agradezco al Señor por la honestidad de Su Palabra, porque nos muestra cuán falibles somos los seres humanos y cuánto necesitamos mantenernos al día con el Señor. Pero también en ambas historias los niños se criaron alrededor de las Escrituras y de la adoración, y de adultos que decidieron involucrarse en la vida espiritual de ellos. Y, al fin y al cabo, hubo beneficios no solo para ellos, sino para todo un pueblo.

Que el Señor nos ayude a llenar nuestra casa de adoración y de Su Palabra de muchas maneras. Que además sintamos la urgencia de acompañar a nuestros hijos en su crecimiento espiritual, reconociendo lo que son: hijos de Dios muy amados. Por ellos, por nosotros y por quienes sean bendecidos con sus vidas ahora y en el futuro.

Nota: La historia completa de Joás la podemos encontraren 2 Reyes 11 y 12, 2 Crónicas 24.