
¡Metas cortas, chicos!
A nuestra familia le encanta hacer caminatas en las montañas. Una de esas caminatas nos llevó a las montañas de Escazú. Es una actividad que hacemos con nuestros hijos desde que eran muy pequeños y que disfrutamos enormemente. Pero ¡cómo han cambiado los papeles! Nunca he ido de primera -mis piernas son como la mitad de largo de las de mi esposo- pero con los chicos pequeñitos, yo ayudaba a mantener el ritmo y “jalar” de vez en cuando a quien quedara unos pasos atrás. Ya con un poquito más de cinco décadas, a quien tienen que esperar, animar y jalar es a mí; pero las técnicas para llegar todos juntos a la meta que nos hayamos fijado no han cambiado tanto.
Con mis hijos pequeños, había días en que realmente no calculábamos bien las distancias y nos tocaba recurrir a palabras de ánimo o retos que sabíamos que iban a mantener a los chicos motivados a continuar. Cuando alguno de ellos sentía que ya había sido suficiente y no quería seguir, mi esposo le decía: “Metas cortas, chicos”. Entonces mirábamos a la distancia y escogíamos un árbol, una cerca o una piedra como nuestra siguiente meta. Y al llegar, celebramos juntos. Si era necesario nos deteníamos un tiempito para tomar aire y así poder recargar pilas para continuar. Nos funcionó todas las veces. Y así acumulamos recuerdos e historias.
En esta ocasión en las montañas de Escazú, y en que ahora soy yo el “eslabón débil”, después de la tercera cuesta “bien cuestuda”, sentí que me faltaba la fuerza. Uno de mis hijos se detuvo a esperarme y entonces me recordó: “metas cortas, mami. Hasta el árbol”. Al llegar al árbol nos detuvimos a respirar y ahí recordé la estrofa de una canción que hice mi oración. ¡Respira en mí, aliento de Dios! A partir de ese momento, cada cosa que alguno de mis hijos me decía o hacía para animarme me recordaban palabras de aliento de parte de Dios.
“Tomá agua; el agua es mejor adentro que en la botella – eso sí, sorbos constantes y no un montón de un solo “. Igual que con el Agua de Vida -pensé. No se puede tomar un montón un día y luego dejarla a un lado hasta que “sienta sed de Dios”. Su presencia en mi vida no se puede “acumular”. De la misma manera que tampoco tomaría una gran cantidad de agua para no tener que tomar el resto de la semana. Necesito llenarme de Jesús constantemente, a través de su Palabra y de disfrutar de su presencia en oración y adoración. Sólo así podré avanzar cada día.
Voy pensando en lo anterior y se viene otra cuesta. En ese momento sentí una mano en mi espalda, dándome un empujoncito ¡Qué diferencia! Este camino de la vida es mucho más llevadero si tenemos a otras personas caminando al lado, dándonos el apoyo o el empujoncito que necesitamos a veces. “Gracias Señor, porque nos has dado una familia de fe con quien caminar por tus sendas”, oré. Antes yo daba el empujón, ese día me tocó recibirlo de parte de uno de mis hijos. ¡Qué bien me sentí!
“Lo estás haciendo bien, recordá que arriba hay mejor vista, aire más fresco, descanso y más satisfacción” Todas las frases me recordaban el consejo del apóstol Pablo de animarnos unos a otros. Y vino a mi mente otro pasaje: ¡Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo! Proverbios 16:24
La Biblia usa constantemente la imagen de caminar en las sendas de Dios. “Todas las sendas del Señor son amor y verdad para quienes cumplen los preceptos de su pacto” -dice el Salmo 25:10. Sin embargo, habrá momentos cuando nuestras fuerzas nos faltarán, donde habrá tropiezos o perderemos el rumbo. Será necesario definir metas cortas para evitar el desánimo. Y se hace más relevante caminar junto con otros que nos animen. Todos los momentos de “cuestas duras” las podemos aprovechar para enseñar a nuestros hijos a mantenerse en las sendas de Dios. En el devocional familiar “Señor, enséñanos a orar” Sally Michael explica que, aunque los niños deben aprender las Escrituras en la iglesia, jamás esa enseñanza debería reemplazar la instrucción en el hogar. Cualquiera puede compartir información con un niño, pero es en las relaciones de amor y confianza de los niños con sus padres en que es más probable que ellos abracen ese conocimiento como verdad. Cuando ellos caminen con nosotros por las sendas del Señor, cuando nos vean retroceder del camino equivocado para retomar la senda de rectitud que Dios nos muestra, cuando observen nuestras dificultades para alcanzar una meta corta, y nos acompañen pidiendo guía al Señor, cuando luego celebren con nosotros por haberla alcanzado, entonces se convertirá en vida en ellos también. Serán sorbos diarios del Agua de Vida que quita su sed espiritual. Más pronto de lo que pensamos podremos escuchar palabras de Dios saliendo de la boca de nuestros chicos, dándonos un nuevo aliento para continuar.
Hay una mejor vista y un aire más fresco en la presencia de Dios y se disfruta más cuando vamos de la mano con nuestros hijos y con la familia de fe en la que Jesús nos ha puesto. Que podamos fijarnos metas cortas, darnos ánimo y caminar acompañados en este 2021.