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¿Qué nota le pongo a mi hijo?

Escrito por: Tesoros Escondidos

Hemos crecido en una cultura en donde nuestro desempeño siempre es evaluado o calificado. Si nos ponemos a pensar en esto, los sistemas de evaluación normalmente van asociados a un número o a una calificación, sea en un deporte, escuela, colegio, en el trabajo; nuestra mente se ha desarrollado en que la mejor versión de nosotros mismos es aquella que se asocia con un cien o con un excelente. 

Pero si lo vemos desde la perspectiva de Dios no podemos encontrar ninguna calificación o nota en alguna historia de la Biblia. Pero lo que sí podemos ver es que cuando fuimos creados Él lo consideró muy bueno (Gen 1:31), y es que a pesar de lo que sucede unos capítulos después en donde el hombre y la mujer desobedecen a Dios y recibieron las consecuencias de esto hoy en día seguimos obteniendo su favor y perdón hacia nosotros. Nuestra identidad no va asociada a nuestro comportamiento o a nuestro desempeño, va asociada a quiénes somos en Él y al final de todo fuimos creados a Su imagen y semejanza. 

Esto me lleva a pensar en el momento que por primera vez Jesús escucha la voz audible de su Padre y recibe una bendición publica por parte de Él. 

¨Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él».¨ Mateo 3:16-17

Dios escogió este momento porque no estaba asociado a ningún desempeño mostrado por Jesús, antes de que Él iniciara su ministerio acá en la tierra, sin que tuviera que realizar algún milagro, o hacer discípulos y antes que comenzara la travesía que cambiaria el curso de la historia. Jesús fue bendecido por su Padre, no asociado a ninguna acción si no en quién era él como su Hijo. 

Y es que como padres, madres, esposos, esposas, podemos influir en nuestra familia para que se conviertan en quienes Dios los creó para ser, regando las semillas que Dios ya ha plantado, bendiciendo quiénes son, y no por lo que hacen. Cuando bendecimos a nuestros hijos, esposas, esposos o personas a nuestro alrededor, los estamos bendiciendo por lo que ellos son, hijos de Dios creados con infinito valor, dignidad y no por lo que hacen, la identidad está separada del comportamiento.

El corazón de cada persona joven grita por aprobación, y en un mundo lleno de mentiras es en nuestros hogares donde deberían de escuchar constantemente palabras de verdad y de afirmación. Nuestro reto es ser intencionales en hacerles saber esto. Haga en su hogar una costumbre de esto, que no falten las verdades que a través de los evangelios descubrimos basado en nuestra verdadera identidad, aquella que nos fue dada por parte de Dios gracias al sacrificio de Jesús en la cruz; para que todos los días entendamos lo que Dios hizo por nosotros y la relación que crea con nosotros y el destino que nos da. Dios nos hizo quienes somos para que podamos dar a conocer quién es Él. Nuestra identidad es para dar a conocer Su identidad.