¿Qué hace a un rey humano digno de ser respetado o admirado? ¿Qué lo hace valioso? Podríamos decir que esto es determinado por factores como su linaje (nacer en una familia real reconocida), su capacidad de liderazgo (que gobierne con sabiduría, compasión y justicia) y el apoyo o la aceptación del público al tener un trato justo hacia el pueblo de su reinado. Hay un solo rey que cumple y supera todos estos factores y muchos otros más, por encima de todo rey humano: nuestro Dios, el Rey de reyes y Señor de señores.
En términos bíblicos es imposible que exista un rey sin tener reino. Jesús, luego de resucitar y ascender al cielo para Su coronación como rey, le fue dada por el Padre la designación del reino sobre el cual Él manda. Este reino es toda la creación, incluyendo cualquier gobierno, autoridad, poder y dominio. Dios lo sometió todo al dominio de Cristo (Efesios 1:18-23). Nuestro Rey tiene toda la majestad y el esplendor; mayor de la que cualquier ser humano pueda concebir. Tal como lo describe el profeta Isaías, el Rey es Santo, Santo, Santo Todopoderoso y toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:1-4).
Él es digno de toda nuestra adoración, respeto y admiración. Él fue el que vino (Juan 1:1-2) y abrió un camino para llegar al Padre (Juan 14:5-6). Él fue el que murió, pero al tercer día resucitó (Hechos 2:22-24). Él es el Nombre sobre todo nombre, para que ante ese nombre se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11). Él merece toda la gloria, todo el honor y todo el poder, por los siglos de los siglos. ¿Quién es como nuestro Dios? ¡Nadie como nuestro Rey! ¡Aleluya!